El verdadero pasaporte del Caribe es un sentir que trasciende la bandera. Por: Sandra Howard (Colombia)

EL VERDADERO PASAPORTE DEL CARIBE ES UN SENTIR QUE TRASCIENDE LA BANDERA 

La geopolítica vs. la geografía del corazón





Providencia = Caribe



Por: Sandra Howard

 

Nací en la Isla de Providencia. Esta simple frase, cargada de mar, viento y coral, conlleva una doble identidad que solo quienes hemos crecido en el Caribe insular logramos entender. Geopolíticamente, soy colombiana, una nacionalidad que honro y reconozco que nos acoge con su vasta geografía y espíritu pujante. Pero, en lo profundo del alma, mi verdadero territorio se extiende más allá de los mapas oficiales: es el Caribe, ese mar de siete colores que nos une a Gran Cayman, a Jamaica, a Curazao, a San Andrés y a Miami.

Esta doble pertenencia crea una paradoja fascinante. Cuando un providenciano viaja al interior de Colombia, a la vibrante Medellín o a la histórica Bogotá, a menudo experimenta la distancia no solo física, sino cultural. Nuestro inglés creole, nuestra música soca y calypso, nuestra cocina de rondón y rice and beans, nos hacen sentir distintos, únicos. Es una hermosa diferencia que celebra la diversidad de la nación, pero que nos recuerda que somos una excepción cultural dentro del mapa continental, que muchas veces ha olvidado, incluso, dibujarnos.


En Providencia, navegando el Mar de los Siete Colores. 



Pero cuando conozco a alguien que se identifica como proveniente del Caribe, la distancia se borra instantáneamente. No importa si esa persona lleva el acento dulce de Cuba, el ritmo inconfundible de Puerto Rico o la cadencia anglófona de Dominica. Inmediatamente sentimos esa hermandad que trasciende la bandera de la geopolítica y nos abrazamos con la bandera de la raza, la cultura y el mar. Es un reconocimiento instintivo, un guiño compartido que se lee en el brillo de los ojos, en la forma de contar los relatos y, sobre todo, en la música, y porqué no, en un buen trago de ron.

 

Hay lazos que no se olvidan y atan con una nostalgia necesaria.


La identidad caribeña no es una elección; es una herencia, un pulso rítmico que llevamos en la sangre. Es un crisol cultural forjado por el sol, la caña y la sal. Para nosotros, ser Caribe significa hablar de un territorio que sobrepasa las naciones, donde la lengua, la cocina, los relatos y la música son el verdadero pasaporte con el que nos reconocemos en cualquier puerto.


                 Visitando la Isla de Dominica, donde solo un hilo separa el Mar Caribe del Océano Atlántico.


Lamentablemente, esa hermandad se ha debilitado con el paso de los años. Las fronteras, la dificultad de la conectividad aérea y los intereses nacionales han roto esos lazos históricos de comercio, cultura y afecto que unían a nuestras islas con sus hermanas de la cuenca. Pienso con nostalgia en las historias que contaban nuestros abuelos sobre los barcos que navegaban libremente entre Providencia, Nicaragua, Jamaica y Panamá, llevando y trayendo mercancía, música e historias. Esos relatos son hoy un recordatorio de un pasado mejor compartido, un pasado que, aunque se haya perdido en la logística moderna, sigue muy vivo en el fondo de muchos corazones.


Es por eso que iniciativas como la Revista Ser Caribe son más que una publicación: son un acto de regeneración cultural. Nos ofrecen el espacio para reescribir esos puentes perdidos, para reavivar la llama de nuestra identidad compartida y para motivar, una vez más, nuestra integración con el Caribe insular y continental.


                                                               Paseando en Cuba con mi mochila wayuu.


Ser Caribe, en esencia, es algo que no se olvida, no importa dónde vivas. Es el sabor del coco, un golpe de percusión y la convicción de que somos un solo archipiélago humano. La mayor oportunidad para el turismo y el desarrollo de nuestra región es, precisamente, dejar que este pasaporte cultural hable por sí mismo.

¡Que las letras y el sentir de este mar nos sigan uniendo!



 
 El rondón es un compartir, más que un plato de comida.





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